Premio de narraciones breves "Antonio Machado"
(1983)
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Edición de 1983 |

Edición de 1995 |
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Primer premio
Tú, Guiomar
Domingo Manfredi Cano
Nacido en Aznalcázar (Sevilla), es un literato
polifacético. Poeta, periodista, conferenciante, novelista,
traductor, cuentista y flamencólogo, fue finalista del Premio
"Antonio Machado" en su tercera edición. En su
currículum figuran galardones como el Ateneo de Valladolid, el
Ciudad de Sevilla, el Juan Valera, el Ejército, el Azorín y
cuatro Huchas de Plata, entre muchos otros.
Primera carta
Querida Guiomar:
No te enfades. Ya sé que no te gusta que te llame Guiomar.
Que tú no eres Guiomar. Que ni siquiera te habría gustado
haber sido Guiomar en la vida real, ni aún con un amante como
Antonio Machado. Pero me gusta llamarte así, porque entre tú y
yo corren torrentes de sangre caliente y viva como la que
calentó hasta el hervor las venas del poeta. Bien sabes que
sólo por ti he iniciado esta aventura hermosa a la vez que caso
absurda de intentar rehacer para ti las experiencias
ferroviarias de don Antonio Machado. Tú eres una maestrita
linda y yo un viejo poeta que si no tu padre, bien podría ser
tu hermano mayor, y sin embargo te amo entrañablemente, con
toda mi alma. Sólo Dios y yo sabemos lo que me cuesta separarme
de ti, y sólo Él y yo contigo sabemos que mi viaje es un
pretexto, que no es un viaje de estudios para escribir un libro.
Es llana y sencillamente una huida, una escapada, una fuga. Como
una canción que no me abandonará porque quiere hacerme daño,
el ruido del tren me va cantando mi copla por soleá:
"Yo me quedo y tú te vas,
pero el camino del Puente
nunca se te olvidará".
¿Te has olvidado un solo minuto del Puente
de Hierro, y de las veces que ha pasado sobre nosotros como un
monstruo escandaloso de otro mundo el tren de Sevilla a Huelva?
¿Podrás olvidar algún día que algunas voces te asustabas
tanto que tu abrazo era feroz como el de una tigresa? Pero son
cosas pasadas. Tú has vuelto a tu escuela y yo a la realidad
después del sueño maravilloso. Me ha consolado mucho, porqué
sé que en hacerlo te has consolado tú también de nuestra
separación, saber que has tomado parte con otros maestros en
esa experiencia nueva de enseñar a los niños a amar el tren,
organizando para ellos clases teóricas y visitas a las
estaciones y a los depósitos de las locomotoras, explicándoles
cómo era y cómo es el Ferrocarril. Lo he leído en el
Periódico y me he ilusionado con la idea de que algún día mis
cartas puedan servirte para un guión en alguna clase especial
sobre el Ferrocarril como elemento vivo del acontecer diario de
los grandes poetas. En este caso, Antonio Machado.
Tú y yo hicimos el índice, ¿te acuerdas?
No debajo del Puente, por supuesto, sino en tu Escuela, cuando
todo el mundo creía que yo estaba dándote clases de inglés.
¡Pobre de mí! Si todo el inglés que vas a saber en tu vida ha
de ser el que hayas aprendido en aquellas clases mías, nunca
sabrás otra cosa que decir en voz baja que me amas. El índice
es muy extenso, porque entonces o ibas en tren o no ibas en
nada. Como sabes, Antonio Machado había nacido en la Casa de
las Dueñas, en Sevilla, el 26 de julio de 1875, y en junio de
1883, con sus padres, quizás sólo con el padre, don Antonio,
el chiquillo monta por primera vez en un tren para ir desde
Sevilla a Huelva. En tren irían en septiembre del mismo año a
Madrid, para quedarse en la Corte, en Claudio Coello esquina a
Villanueva, días antes de ingresar en la Institución Libre de
Enseñanza.
En marzo de 1898 Antonio y Manolo van desde
Madrid a Sevilla. Hermoso viaje en tren, ahora. Discutible,
entonces, ¿no te parece? Si les hablas a los niños de aquellos
trenes tienes que ser discreta. No lo entenderían. En mayo
volvieron a Madrid. En el verano siguiente, Antonio va a París
en tren, para reunirse con Manolo que ya estaba allí desde unos
meses antes. En octubre de 1899, Antonio regresa a España,
antes de escribir Manolo su famosísima poesía
"Adelfos". En abril de 1902, otro viaje en tren hasta
París. En agosto vuelve Antonio a Madrid. En diciembre, con
Baroja, va Antonio a Granada. Hermoso viaje en tren, ahora, como
te he dicho antes. Mayo de 1907, un tren lleva al poeta a Soria,
a su cátedra, y un tren le regresa a Madrid. Vuelve a Soria en
septiembre y conoce a Leonor. Va de Soria a Madrid y de Madrid a
Soria muchas veces. En sus poesías y en sus prosas, el tren
estará para siempre clavado como un cuchillo imposible de
arrancar.
El 30 de julio de 1909 hace su viaje de bodas
a Barcelona. En el tren, claro. Ese mismo año va y viene a
Madrid. En diciembre del 1910 va con Leonor a París. Pienso que
los Jefes de Estación acabarían conociéndole. Más viajes en
tren: Leonor enferma de tisis, el poeta regresa con ella, Leonor
muere. Antonio vuelve en tren a Madrid con su madre. Más trenes
en su vida: el 29 de octubre de 1912 va a Baeza, a cuyo
instituto ha sido destinado. En diciembre regresa a Madrid para
pasar la Navidad y el Año Nuevo. Durante el verano viaja por
Andalucía. Es ya el año 1916. Al siguiente vuelve por
Andalucía: Puerto Real, Chipiona, Rota, Sevilla. En noviembre
de 1919 llega en tren a Segovia. En el año 1920 va a Córdoba.
En el verano recorre otra vez Andalucía. En Segovia, en 1928,
conoció a Guiomar. Su vida y su muerte, como tú para mí,
amada mía.
En 1931 regresa a Madrid, ya catedrático en
el Instituto Calderón de la Barca. Sus biógrafos dicen:
"comienza su alejamiento de Guiomar". Y me duele
cuando lo leo, porque es talmente lo que me está pasando
contigo. Y si a Machado le dolió tanto como me duele, no tengo
palabras para expresar mi pena por él. Estuvo en Soria en
agosto de 1932. En el verano de 1936, Antonio se queda en Madrid
y Guiomar se marcha a Estoril. El tren se la lleva. Viaje a
Valencia. Viaje a Barcelona. Viaje hasta Gerona en una
ambulancia. Ya no habrá más trenes en su vida y en su muerte.
El 22 de febrero de 1939 fallecería en Collioure. Sus últimas
palabras: "Adiós, madre". Eran las cuatro de la
tarde. Tres días después moriría su madre, doña Ana. Fin
absoluto del viaje. Todas las locomotoras y todos los trenes y
todos los vagones de tercera de todos los ferrocarriles del
mundo llevaron un luto de siete días con banderas negras que
nadie podría haber visto sin secarse las lágrimas.
Te prometo una segunda carta con fichas que
he ido reuniendo sobre el tren tomadas de las obras del propio
don Antonio Machado. No digo que la cosa sea para ganarme el
Premio Nobel, pero para tus lecciones a los muchachos de tu
Colegio en esos días que vas a llevarles a ver los trenes puede
que te sirvan. Háblales de mí, aunque sea de pasada y sin
decir mi nombre. Diles sencillamente que conociste a un poeta
que amaba el tren y que bajaba cada tarde al Puente de Hierro de
su pueblo para ver pasar los trenes de Sevilla a Huelva, que
bajaban enloquecidos por la cuesta y tomaban la curva sobre el
río tal como si fueran a escaparse de la vía, y los trenes que
subían de Huelva para Sevilla, asmáticos porque la cuesta era
tremenda. No les digas que a esos paseos hasta el puente y a su
apostadero entre las adelfas y los álamos le acompañaba una
maestrita del pueblo, linda como un sol, que cuando se asustaba
del ruido del tren o del silbido de la locomotora se abrazaba a
él y le besaba apasionadamente. No les digas nada de esto,
porque ya será agua pasada.
No es preciso que me escribas, aparte de que
no podría decirte ahora dónde podrías enviar tus cartas. Reza
por mí, aunque sólo sea para que así tengas la obligación de
acordarte de este pobre poeta siquiera sea el tiempo de tres
Padrenuestros cada día. Yo estaré pensando en ti, Guiomar
querida; a todas horas, minuto a minuto. ¿Qué digo?, segundo a
segundo. Te quiere entrañablemente, con locura real, tu
Antonio
Segunda carta
Querida Guiomar:
Todas estas fichas están en cierto modo
descabaladas. Las había puesto una tras otra por riguroso orden
pero se me han caído al suelo y ya no me siento con ánimos
para ordenarlas de nuevo. Prefiero que lo hagas tú, porque como
hay distintas maneras de darles un orden, tú elegirás el
mejor. Fechas, lugares, situaciones, cualquiera de estas
temáticas valdrán para poner estas fichas según tu mejor
saber y entender. Son breves, pero algún día las haremos
mayores. Bastarán unas vacaciones juntos, tú y yo a solas,
lejos del mundo, pero cerca de donde haya un Puente de Hierro
por el que varias veces durante el día y la noche pase un tren
y silbe una locomotora. Ya me entiendes.
Primera ficha: "Las dos familias dejan
la casa de la calle de las Navas, se trasladan a la estación,
donde suben al tren, que en larga, estrepitosa y fatigante
jornada las llevará a la Capital". Esto era a mediados de
1883. No puede darse en menos palabras una descripción más
ortodoxa de lo que era entonces un viaje en tren. Antonio tenía
ocho años. Estas fichas puedes tú redactarlas de nuevo,
dándoles más extensión, e incluso subrayando aquello que de
una manera más concreta tenga relación con el ferrocarril.
Segunda ficha: "París ofrecía escasas
perspectivas. Es en el fondo una ciudad egoísta y sórdida.
Baroja y los dos jóvenes andaluces deciden buscar de nuevo el
calor de la Patria. El primero cuenta que emprendió el viaje de
vuelta desfallecido y hambriento. Que al llegar a Burdeos estuvo
varias horas sin comer y que llegó a Irún en un tren de
mercancías con cuatro o cinco pesetas en los bolsillos".
Querida Guiomar: los dos jóvenes andaluces
eran Manuel y Antonio Machado, por supuesto, y la presencia del
tren en el suceso no deja de ser un indicio agudo, fino como un
estilete, de la bohemia de aquellos poetas. Por fortuna ya no
andamos los poetas en trenes de mercancías. Hemos mejorado en
medios de transportes, pero desgraciadamente, el corazón nos
sigue doliendo como a ellos. ¿Verdad?
Tercera ficha: "Antonio y Joaquín
partieron en tren para Madrid el 1 de agosto. En la estación
les esperaban la madre, doña Ana, y sus hermanos Pepe y Paco.
Una tartana los trasladó a Fuencarral". Otra vez el tren
en la vida de Machado. Y una escena que es fácil de adivinar:
la llegada a la estación y el encuentro con su madre y sus
hermanos que les esperaban. Un mundo muy particular, que en 1912
podría haber sido y acaso lo fue como un extraño escenario de
una vida de ensueños. Unos metros más allá, la tartana a paso
de jamelgo, y el mundo cambiaría para los recién llegados.
Porque el mundo de las estaciones de Ferrocarril no tiene nada
que ver con el mundo de los más mortales. Es único, trasminado
de historias que si se contaran no se acabaría nunca.
Cuarta ficha: "Llega el poeta a la
ciudad soriana y sube en la estación a la pajarilla, el
cochecito de caballos cascabeleros, que le conducirá hasta la
fonda principal". Tres líneas solamente, y en ellas,
querida Guiomar, toda una larga historia. Esto era en el año
1907, y Antonio ya había cumplido los treinta años. Esa
llegada a una Estación ferroviaria desconocida, con la gente
que va y viene, los mozos, los ferroviarios con sus gorras y sus
uniformes, y sobre todo los viajeros, unos tristes y otros
alegres, aquéllos y éstos cargados de maletas y bultos, para
encontrarse luego en la salida con la "pajarilla".
Habría en todo esto para escribir una larga novela.
Quinta ficha: "Los novios parten en
viaje de luna de miel rumbo a Barcelona, donde estaba Manuel. El
poeta va feliz: Y alegría de un viajar en compañía".
Querida Guiomar, ¡qué maravilla! Un viaje en tren en
compañía. Su compañera recién casada era Leonor, su esposa
malograda pronto. ¿Qué me dirías si te pidiera algún día
que viajaras conmigo en un tren hasta Barcelona? No aquel tren
del año 1909. Un tren de ahora mismo. ¿Sabes cómo eran
aquéllos trenes? Mejor que no lo sepas, en cuanto a la
comodidad de los de ahora, pero ojalá lo supieras por haber
viajado en ellos conmigo, tú casi recién salida de la
adolescencia como Leonor, yo treintón como Antonio. ¿Puedes
imaginarlo, amor mío?
Sexta ficha: "Pisan tierra española,
quedándose unos días en Irún. Van a Madrid y luego a Soria,
adonde llegan el 20 de septiembre". Era en 1911, Guiomar
amada, ¡cuánto sufriría Machado en aquellos trenes que le
retornaban a Soria para que Leonor muriera en tierra castellana!
Puedo imaginarlo haciendo un esfuerzo de imaginación, pensando
que fuera yo quien viajara contigo, y tú vinieras a morirte
cerca de mi pueblo, quien sabe si viendo desde tu cama, por el
balconcillo, el Puente de Hierro. No quiero ni pensarlo, y he de
confesarte que he tenido una pesadilla sobre el particular.
Creí morirme de pena.
Séptima ficha: (ésta es una ficha muy
hermosa, toda ella cargada de sugerencias para una gran
película de amor...) "Subió a la pajarilla, marchó con
su madre a la estación el ocho de agosto, despidiéndose de la
ciudad con esta plegaria: "Adiós, campos de Soria, donde
las rocas sueñan..." (el resto es fácil que lo encuentres
en el tomo de obras completas de Manuel y Antonio Machado que te
dejé). No viaja sólo; le acompañan el dolor y la gloria: el
sufrimiento que le produjo la muerte de su amada y la gloria que
le ganó "Campos de Castilla", uno de cuyos ejemplares
-el que fuera de Leonor- va mirando en su asiento. Corre el tren
por la campiña soriana ese ocho de agosto...! ¡Qué hermoso,
verdad! ¿Por qué no podríamos encontrar en alguna parte aquel
vagón de ferrocarril para poner en el departamento que fuere
una placa que dijera algo parecido a esto: !Aquía, sentado en
este lugar, camino de Madrid desde Soria, fue leyendo Antonio
Machado los versos que había leído su amada Leonor en su lecho
de muerte".
Octava ficha, última por hoy: "¡Y otra
vez el tren!". Viaja de Madrid a Baeza.
"Ya en los campos de Jaén:
amanece. Corre el tren
por sus brillantes rieles
devorando matorrales.
La luz en el techo brilla
De mi vagón de tercera..."
Querida Guiomar: ¿Te imaginas a aquél
hombre en un vagón de tercera rumbo a Baeza? Un poeta
atormentado por el dolor mirando a un lado y a otro de su tren
en marcha los campos de Jaén en la amanecida. ¿qué pensaría?
¿Y el maquinista sabía que llevaba en su tren a un gigante de
la poesía del mundo? ¿Y cuando el revisor le picara el billete
sabría que picaba como un punzón uno de los corazones más
lastimados de España? Nunca lo sabremos, pero sí estamos en
condiciones de saber que el poeta se quedó en la estación de
Baeza a diez y nueve kilómetros de la ciudad. Así eran
entonces los ferrocarriles. Menos mal que unos caritativos
viajeros, se lo llevaron en un tranvía. ¡La vida!
Tengo que acabar esta carta, Guiomar querida.
El chaval del Casino espera que la termine
para llevarla al Correo. Un tren la llevará a su destino, a tus
manos.
Te quiere,
Antonio
Tercera carta
Querida Guiomar:
No me abandones, por el amor de Dios. Si estoy haciendo este
recorrido machadiano es porque quiero hacerte caso, alejarme de
ti. No me perdonaría nunca el haberte hecho algún daño en tu
honra o en tu pensamiento. Quiero recordarte siempre tan pura
como te conocí. Sabes que te amo hasta lo más profundo de mi
alma pero que no romperé nunca ñas vallas de alambres de púas
que nos separan como un increíble muro de la vergüenza
absolutamente nuestro, pro completo desconocido para los demás.
Recuérdame como un amante fiel, platónico a la fuerza, y no
dejes de amar a tu esposo ni un instante. No te negaré que me
despierta de noche el tormento de pensar que en tus entregas
legítimas al hombre que comparte tu cama conyugal haya un
recuerdo de nuestros encuentros en las adelfas del Puente de
Hierro que pueda lastimarte.
Pero hemos de resignarnos. Estas fichas te servirán de algo
o de nada, pero en ellas va un rescoldo de mi cariño que como
en el brasero tradicional de cisco picón, apenas lo remuevas
despedirá chispas y ofrecerá como una granada recién abierta
su corazón al rojo vivo, mi propio corazón. La última ficha
tenía el número ocho. Ña primera de hoy es la número nueve.
"De nuevo el tren en la vida de Antonio Machado,
llevándole por toda la Andalucía baja, de Puerto Real a
Sanlucar, de Sanlucar a Sevilla". Supongo que te será
fácil imaginar este viaje, y te dará oportunidad en uno de tus
paseos con los chicos de la Escuela para que conozcan y amen el
tren, de explicarles cómo eran aquellos trenes, aquellos
vagones de tercera, aquellas estaciones ferroviarias. Si puedes,
al hablarles de Machado, háblales de mí, poeta desterrado y
atormentado por culpa de un amor imposible, en el que tú eres
la imposibilidad.
Ficha décima: "Machado conoció en su Fonda de Baeza a
un viajante de relojería llamado Monterrey, con quien hizo
amistad, y habló muchas veces de todo lo que podía hablarse
entre dos personas tan distintas. Monterrey era amigo de la
Poesía y Machado le hablaba de ella. Es lícito suponer que
hablarían de los viajes del viajante. Y si fue así, ¿cómo
iba a estar el tren ausente de la conversación? Sería un buen
ejercicio de redacción para tus chicos el rehacer las
conversaciones del viajante y sus alusiones al ferrocarril. Te
cedo la idea".
Ficha número once: "La llegada a Segovia, destinado al
instituto. El viaje en tren. Final de trayecto, el 26 de
noviembre de 1919". Ficha número doce, que puede estar
integrada en la anterior: "Cada sábado, el poeta dejaba
Segovia, para regresar los lunes. Llegaba a la estación, a
veces después de larga caminata, rodeado de sus amigos, que lo
empujaban al destartalado vagón de tercera del tren de la tarde
que bajaba a Madrid. Durante una gran parte del año se repetía
esta escena cada semana". ¿Dónde habrá acabado sus días
aquel, o aquellos, vagones de tercera que tanto llevaron y
trajeron al poeta de Segovia a Madrid y viceversa? "Te dejo
un margen de posibilidades de meditación en el binomio
"tren/Machado". Valdría la pena reconstruir sus
andanzas ferroviarias en aquella época y aquel camino.
La ficha número trece es un poema:
"El tren, ligero,
rodea el monte y el pinar; emboca
por un desfiladero,
ya pasa el borde de tajada roca,
ya enharca, enhila o su convoy ajusta
al serpear de su carril de acero.
Por donde el tren avanza, sierra augusta,
Yo te sé peña a peña y rama a rama...!
Es muy hermoso el poema, y pienso que en los despachos de los
altos ejecutivos ferroviarios debería estar este canto al tren
como un homenaje al poeta que tanto viajó en él que llegó a
conocerse el camino peña a peña y rama a rama.
Ficha número catorce: "Guiomar ordena y manda en el
corazón de Antonio Machado. Como un adolescente, el poeta pasa
y pasa una y otra vez por delante de la casa de la amada. Un
día que viajaba en el tren, escribió este poema, breve como
una copla de soleá:
"Hora del último sol.
La damita de mis sueños
Se asoma a mi corazón".
Está escrito camino de Segovia para Guiomar,
acaso mientras levantaba la vista del papel en que escribía los
tres versos reconocía como a viejos amigos que le saludaran a
las peñas y a las ramas, que siempre eran las mismas para
él". Nunca hemos hablado del tema: ¿Quién sería
Guiomar? Esto he leído sobre ella: "Su nueva amada era
Guiomar, en la vida real P. de V. ¿Quién era? Había nacido en
Madrid en el seno de una familia rica y de alcurnia. Quedó
huérfana de padre a los cuatro años; recibió una educación
esmerada en el Sagrado Corazón, de Chamartín. Vivía en la
Capital, pero pasaba las temporadas de verano en Montilla
(Córdoba). Casó cuando tenía veinte años y tuvo tres hijos.
"Era escritora". Le regalo la información. ¿Te
recuerda algo, cualquier cosa, un sitio, una persona, un amor
imposible? A mí me recuerda tantas cosas...
Ficha número quince: "Se acerca el
final, y el tren está junto al poeta. La guerra civil es ya
franca derrota pata el Ejército de la República. Las fuerzas
nacionalistas estaban a punto de cortar el camino
Valencia-Barcelona. A Valencia fueron a buscarle algunos amigos.
Y le encontraron en la Estación. Como un símbolo, la
Estación, el tren, el vagón de tercera. Dicen que le
encontraron viejo y enfermo. La arterioesclerosis había hecho
estragos en su organismo. Pesado, congestionado, arrastrando las
piernas. Pero siempre sus ojos llenos de luz, de bondad y de
nobilísima inteligencia". Esta ficha está cargada de
tristeza. Lo siento. Te dejo en libertad para comentarla con tus
alumnos.
Ficha número diez y seis: "Como si el
tren hubiera querido serle fiel hasta el final, cuando en los
últimos días de enero de 1939 es abandonado con su madre y sus
amigos en la carretera, porque la columna de vehículos es
interminable y no puede avanzar, Antonio Machado pierde un
pequeño y frágil maletín, que se llevó al fondo de un
barranco versos, apuntes, notas, y los retratos y cartas de
Guiomar. El tren nunca le hubiera gastado tan tremenda broma, y
con seguridad, el maletín de su vagón de tercera. No le
habría dejado el tren en mitad del campo abandonado, y aunque
fatigosa y hambrienta de carbón, no habría faltado una vieja
locomotora que le llevara hasta la frontera, antesala de su
muerte".
Última ficha: "Es como un milagro. El
tren siempre esperándole. Ya estaba en Francia su madre y él.
El poeta sólo llevaba encima diez pesetas. Iba a cumplirse su
profecía poética: "Y cuando llegue el día del último
viaje/ y esté al partir la nave que nunca a de tornar/, me
encontraréis a bordo, ligero de equipaje/, casi desnudo, como
los hijos de la mar". En el despacho del comisario
francés, el poeta y su madre comieron casi de limosna pan y
queso, y como en Cerbere no encontraron hospedaje, madre e hijo
durmieron en un vagón de ferrocarril. Es tremendo, ¿verdad?
Sólo faltó para redondear el milagro que Machado hubiera
muerto allí, en el vagón de tercera. Total, era ya cuestión
de días. Moriría en Colliure el 22 de febrero, y su madre, el
25".
Adiós, Guiomar, te escribiré cuando pueda.
La historia de Antonio Machado me ha entristecido. Tengo ganas
de llorar.
Te quiere hasta lo más hondo de su alma, tu
Antonio |